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Roma, 7 may (EFE).- Un grupo de expertos de arte ha descubierto que uno de los cuadros que se hallaban en el depósito de un museo de Módena y que hasta ahora estaba considerado como una copia, era en realidad una pintura original del genio renacentista Rafael (1483-1520). Seguir leyendo el artículo
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Se trata de una tabla de 35 por 30 centímetros realizada, según los expertos, entre 1518 y 1520 y que podría ser un primer esbozo que el maestro de Urbino realizó de la “Madonna del cuadro llamado “La Perla”, que actualmente se exhibe en el Museo del Prado de Madrid, informó el diario “La Stampa” en su edición digital.
Hacia 1518, óleo sobre tabla, 144 x 115 cm [P301].
«La perla» es una Sagrada Familia que, como en otras representaciones del tema, a las tres personas imprescindibles que la forman -Jesús y sus padres-, se añade las de santa Isabel y san Juanito. Dispone en primer término, en medio del paisaje, a las mujeres y a los niños -María e Isabel, Jesús y Juan-, situando a san José en la penumbra, al fondo, a nuestra izquierda
http://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/sagrada-familia-llamada-la-perla-rafael/
El superintendente de Arte de Módena y Reggio Emilia, Mario Saclini, explicó que “el primer indicio” que le llevó a pensar que el retrato podía pertenecer al maestro renacentista fue “el trazo fino del dibujo”, así como el marco con el que contaba el retrato.
“Un marco de galería del siglo XVII” que, según Saclini, hubiera sido “algo extraño” si se hubiese tratado de una obra de poco valor.
Por otro lado, la restauradora Lisa Veneros Pesciolini, coordinadora de los trabajos que han desvelado la autoría de Rafael, indicó que “los análisis efectuadas bajo los diferentes estratos de restauraciones anteriores, permitieron descubrir el dibujo original” y confirmar la “intuición” de Scalini.
Se trata de un descubrimiento, según Scalini, “de extrema importancia” que calificó el cuadro de “perla modenesa”.
El cuadro se encontraba “olvidado” entre las obras de arte que se guardaban en la Galería Estense, situada en Módena, y que expone la colección de obras de arte propiedad de la familia de Este.
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La Madonna escondida de Rafael
http://blogs.publico.es/elojopublico/la-madonna-escondida-de-rafael/937-0000000000000000000
Aclaraciones sobre laSagrada Familia, llamada «la perla» [Rafael]
Hacia 1518, óleo sobre tabla, 144 x 115 cm [P301].
Esta obra fue comprada en la almoneda de Carlos I de Inglaterra por Alonso de Cárdenas para Luis de Haro, que la regaló a Felipe IV (1649). El monarca español -cuenta Antonio Ponz- la calificó como «la perla» de sus colecciones, apelativo con el que se la conocía ya en el siglo XVII, hubiera tenido o no lugar la anécdota real. Ponz la vio en el monasterio de El Escorial, donde se encontraba ya en 1656. Junto con otras obras de Rafael, fue llevada a Francia con el botín de José Bonaparte, y regresó a España en 1818. La historia del cuadro anterior a su llegada a Inglaterra no ofrece la misma firmeza. Se ha supuesto pintado hacia 1518 para el conde Ludovico de Canosa, obispo de Bayeux, y -resumiendo sus andanzas- adquirido en 1604 por Vincenzo Gonzaga, duque de Mantua, lo fue después por el soberano inglés en 1627. «La perla» es una Sagrada Familia que, como en otras representaciones del tema, a las tres personas imprescindibles que la forman -Jesús y sus padres-, se añade las de santa Isabel y san Juanito.
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Dispone en primer término, en medio del paisaje, a las mujeres y a los niños -María e Isabel, Jesús y Juan-, situando a san José en la penumbra, al fondo, a nuestra izquierda. El mero agrupamiento y disposición de las figuras en el espacio expresa todo un contenido iconográfico, entre otras cosas la jerarquización de los personajes. Se relega a san José, padre putativo, a un último término (bajo la justificación de estar en el taller entregado a la labor de carpintero) y se reserva el primer término a Jesús y María, que son a su vez eje del grupo al que se subordinan santa Isabel y el Bautista. Jesús ocupa el centro del grupo, que se inscribe en un esquema piramidal, muy del gusto renaciente y reiteradamente utilizado por el propio Rafael. En esa estructura geométrica, la Virgen destaca con rotunda plasticidad, marcando con su cabeza el vértice superior de la pirámide en la que se inscriben Jesús, la cuna, san Juanito y santa Isabel. Se nos ofrece en este caso una composición cerrada, sin mirada o gesto que introduzca al espectador en el cuadro. Los protagonistas se relacionan entre sí, ajenos a lo demás: san Juan se dirige a Jesús, santa Isabel mantiene la vista baja, y María y Jesús se devuelven las miradas. Pero es una composición tensa al encerrar el impulso helicoidal del cuerpo de María en la estabilidad tetraédrica a la que se someten también -y en la que se cruzan- otras líneas de fuerza, como las que van, pasando por Jesús, de san Juanito a santa Isabel y de la cuna a María. El equilibrio y serenidad que inducen a reconocer con Wölfflin en el arte de Rafael el paradigma de lo clásico, se atenúan en «la perla» al asomar una cierta tensión compositiva e indeterminación espacial que apuntan rasgos manieristas y que concitan -entre otras fuentes de inspiración- las figuras de la bóveda de la Capilla Sixtina. La frecuente inclusión de san Juanito en cuadros de la Madonna o de la Sagrada Familia -de lo que dejó cumplidos ejemplos Rafael- se debe tanto a su condición de pariente e infante (de «compañero de juegos», podría decirse) como a la de profeta que anuncia la misión redentora. Por eso viste siempre la piel de camello que de mayor cubrirá su cuerpo y porta las más de las veces la cruz y/o el letrero («Agnus Dei») que señala a Cristo como víctima. En algunas ocasiones san Juan y Jesús aparecen sabedores del destino, como en la Madonna de Alba (National Gallery of Art, Washington), en la que Jesús agarra la cruz que le ofrece Juan, y ambos y María, pensativos, concentran en ella sus miradas. Pero en otras ocasiones (y éste es el caso de «la perla») solo los adultos «pre-sienten» el futuro adelantándose a los sufrimientos venideros. Esta pesadumbre se hace más ostensible en santa Isabel, que, entre sentada y arrodillada, se acoda como en un reclinatorio en la pierna de la Virgen, en tanto Jesús, con traviesa alegría, trata de soltarse del brazo de la madre y deslizarse al suelo. La santa Isabel de «la perla», con turbante (tocado que luce asimismo en La Visitación, de Rafael, Prado), presenta un rostro endurecido y avejentado, que contrasta con la juventud radiante de María. Es habitual resaltar la edad avanzada de Isabel y su maternidad tardía, pero estos aspectos aquí se acentúan y -lo que es ya inusual- la Virgen posa su brazo sobre el hombro de su prima en gesto protector e indicativo de su preeminencia, aunque a la vez sea natural y afectuoso (el brazo de la Virgen sobre el hombro de la santa -aparte de otras consideraciones- impide confundirla con santa Ana, como se ha hecho ocasionalmente, confusión a la que, sin duda, han contribuido ecos leonardescos rastreables en la composición). Santa Isabel, descansando en su puño la barbilla, es imagen gestual de la concentración meditativa que entronca con la gravedad miguelangelesca de Jeremías en la Sixtina. Se ha reconocido reiteradamente la afinidad de «la perla» con otras obras de Rafael y su círculo (basta contemplar sus vecinas en el Museo, La Virgen de la rosa o La Sagrada Familia del roble, con la llamativa cuna de mimbre en primer término, para apreciar su parentesco). Estudios radiográficos y de laboratorio han puesto de manifiesto, en la ejecución del cuadro, cambios que afectan al paisaje y arquitecturas (taller de san José y campiña romana con ruinas), así como a los rostros de la Virgen, de Jesús y de santa Isabel -ésta concebida inicialmente con otro turbante y los ojos abiertos-. Pero estos cambios («la perla» mantiene su soporte original en tabla, en contra de lo señalado en alguna publicación) revelan en su opción una visión unitaria, que hace pensar en un diseño o modelo de Rafael hacia 1518 como punto de partida, y aun en la posibilidad de que diera su aquiescencia a la labor llevada a cabo por sus colaboradores, singularmente Giulio Romano. Tal es el parecer de algunos entendidos, mientras otros atribuyen íntegramente la realización de «la perla» a Giulio Romano, estimándola inmediatamente posterior a 1520. Constatemos, frente a esta última atribución, que el hacer de Giulio Romano en la Madonna del gato (Museo Nazionale di Capodimonte, Nápoles), obra autógrafa y tan próxima en tiempo y tema a «la perla», no refuerza una paternidad no compartida del pintor respecto a nuestro cuadro.
Jesús María Caamaño Martínez
Bibliografía
- Dussler, Luitpold, Raphael. A Critical Catalogue of his Pictures, Wall-Paintings and Tapestries, Londres-Nueva York, Phaidon Press, 1971.
- Ferino Pagden, Sylvia, y Zancan, M. Antonieta, Rafael. Catálogo completo de pinturas, Madrid, Akal, 1992.
- Gould, Cecil, «Raphael versus Giulio Romano: the Swing Back», The Burlington Magazine, cxxiv, Londres, 1982, pp. 479-487.
-La Galería Estense es el gran museo de bellas artes de Módena, heredero de las colecciones de la antigua Casa de Este, que gobernó durante el Renacimiento los ducados de Ferrara y Módena. Este museo tuvo su primera sede en el Palacio Ducal y fue trasladado en el siglo XIX a un sector del llamado Palacio de los Museos de la misma ciudad.-
Orígenes de la colección: Ferrara y los Este
Ferrara fue cuna de un gran apogeo cultural en la época del Renacimiento. Los duques de Este tuvieron una de las cortes más famosas de Europa, que acogió a artistas como Piero della Francesca, Rogier van der Weyden y Tiziano, y a literatos como Ariosto y Torcuato Tasso. A partir de 1452, los Este gobernaron simultáneamente Ferrara y Módena, hasta que en 1598 perdieron la primera.

Castillo de los Este en Ferrara, donde los Este tuvieron el grueso de sus colecciones hasta que lo desalojaron a finales del siglo XVI.
Todos los Este, sobre todo mientras gobernaron Ferrara, cuidaron las colecciones de arte reunidas en el Castillo ducal. El cardenal Hipólito II de Este poseyó además la famosa Villa de Este en Tívoli. Junto a las pinturas, los duques coleccionaban estatuas, bronces, cerámicas, camafeos, medallas, monedas… No es posible calcular con exactitud la riqueza de tales colecciones, por los robos y alteraciones que sufrieron, pero baste señalar que subsisten 300 monedas de oro de época antigua y medieval; un inventario del siglo XVI las cuenta por miles. Aparte de encargar nuevas obras de arte, los duques examinaban ofertas de obras antiguas que les pudiesen interesar. Para no pagar en exceso, no se involucraban directamente en las compras y recurrían a intermediarios.
El duque César I
Los duques de Este se trasladaron a Módena en 1598, cuando Ferrara pasó a manos del Vaticano. El duque César I se llevó consigo la mayor parte de las colecciones; numerosas cajas llenas de obras llegaron a Módena. Al marchar de Ferrara, el duque encomendó a sus funcionarios la custodia de las obras que quedaban por transportar. Esta vigilancia fue dificultada por el cardenal Aldobrandini, sobrino del papa Clemente VIII, que era comandante de las tropas papales y que ostentaba plenos poderes. Debido a este cardenal, los duques perdieron los famosos cuadros de Giovanni Bellini (El festín de los dioses, National Gallery de Washington), Tiziano (La Bacanal, Ofrenda a Venus y Baco y Ariadna) y Dosso Dossi, que habían decorado su Camerino de Alabastro. De los cuadros de Tiziano, los dos primeros están en el Museo del Prado y el tercero en la National Gallery de Londres.
Por lo demás, César I no era tan aficionado al arte como sus antepasados, y no dudó en donar obras a algunos poderosos, como el cardenal Borghese y el emperador de Austria.
El duque Francisco I
Sucedió a Alfonso III, y aunque intentó recuperar Ferrara, quiso recrear en Módena la atmósfera artística de aquella ciudad, si bien carecía del poder y las influencias del pasado. Con este fin, encargó un Palacio Ducal imponente a Luigi Bartolomeo Avanzini, tras un intento fallido de contratar a Bernini, quien estaba ocupado con los encargos papales en Roma. Avanzini es conocido por su proyecto para el Palacio Ducal de Sassuolo, edificio que fue decorado al fresco por el francés Boulanger.
Fue en su viaje diplomático a Madrid (1638) cuando Francisco I fue retratado por Velázquez, luciendo banda carmesí sobre una coraza y con expresión algo petulante. Este cuadro fue sustraído recientemente, pero se pudo recuperar. Otro retrato que le pintó Rubens se conserva actualmente en Dresde. Bernini le hizo también un busto de mármol, que al igual que el cuadro de Velázquez, sí se conserva en la Galería Estense.
Francisco I sumó además obras de Veronés, Salvatore Rosa, Hans Holbein el Joven y un busto de mármol de su amante Costanza hecho igualmente por Bernini.
Este duque inició además la costumbre, seguida por sus sucesores, de apropiarse de cuadros de iglesias y monasterios del ducado, sustituyéndolos por copias aunque los sacerdotes se opusiesen. Así llegaron al Palacio Ducal los cuadros de Correggio, Cima da Conegliano y Parmigianino.
Los sucesores de Francisco I (siglos XVII y XVIII)
El hijo de Francisco I, Alfonso IV, abrió la Galería al público, si bien su viuda, Laura Martinozzi, sobrina del cardenal Mazzarino, aportó poco a la institución pues prefirió centrarse en construir iglesias y conventos. Su hijo Francisco II, y luego Rinaldo I, tampoco aportaron mucho a la Galería.
Una gravísima pérdida se produjo durante la etapa de Francisco III. Aunque promovió notables reformas urbanísticas, pasó apuros económicos y optó por vender parte de la colección. Por la elevada suma de 100.000 “zecchinos” venecianos (moneda de oro de la época), vendió a Augusto III, rey de Polonia y Príncipe elector de Sajonia, obras de gran valor que partieron hacia Dresde en julio de 1746: Rafael, Andrea del Sarto, Velázquez, Hans Holbein el Joven, Rubens, Veronés, Tiziano, Caravaggio, Guercino, Guido Reni, Giorgione, Durero, Ribera y muchos otros. Actualmente permanecen en la gran pinacoteca de dicha ciudad, la Gemäldegalerie Alte Meister.
Como de costumbre, los huecos causados por la venta se cubrieron expoliando iglesias de la zona; incluso se arrancaron pinturas murales de Nicolò dell’Abate.
De Napoleón hasta hoy
Como ocurrió en otras regiones de Italia, Napoleón ocupó el ducado y la familia gobernante tuvo que exiliarse. Por deseo del emperador, el Armisticio de Cherasco determinó que veinte cuadros del Palacio Ducal se enviasen a París, y la emperatriz, Josefina de Beauharnais, pidió ver la colección de camafeos y gemas preciosas, y se quedó con 200 piezas. Exiliado en Treviso, el duque Ercole III vendió algunas piezas que se había llevado consigo, pero también intentó paliar el expolio napoleónico.

Capitel antiguo del Museo Lapidario, que comparte con la Galería el Palacio de los Museos.
Tras la derrota de Napoleón, el linaje ducal se reinstaura en Módena. El duque Francisco IV sigue sumando a la Galería las obras que obtiene de las iglesias del ducado, y su hijo Francisco V la reabre al público.
La historia del ducado como tal finaliza en 1859, cuando Módena y Reggio Emilia se incluyen en la unificación de Italia. Francisco V marcha de la ciudad con algunos pequeños cuadros y libros valiosos, como la Biblia miniada de Borso d’Este, que sería recuperada y devuelta tras la I Guerra Mundial gracias al senador Treccani, que la compró en una subasta. En esta transición política, se descubrieron algunas pérdidas y robos.
En 1879, el Palacio Ducal pasa a ser sede de la Academia Militar, y las colecciones son llevadas al edificio del siglo XVIII hoy llamado Palacio de los Museos, donde la Galería convive con otros museos: Museo Lapidario, Museo Cívico, Biblioteca Nacional Estense… En la Biblioteca se custodia la mencionada Biblia miniada.
La Galería ha sido sometida a diversas modernizaciones, la última de ellas muy reciente: durante un cierre de varios meses, se instaló un sistema de climatización y de iluminación, se reordenaron las colecciones según nuevos criterios y se reforzó el papel didáctico. La reapertura tuvo lugar el 3 de diciembre de 2006.
Contenido
La Galería se abre con una serie de bustos del Renacimiento y del siglo XVII, de mármol y de bronce. En una vitrina se muestra el Vaso Gonzaga de bronce, hecho para el duque de Mantua por el escultor Pier Jacopo Bonaccolsi, apodado «l’Antico». Al fondo del primer tramo de salas se exhibe el busto de mármol blanco de Francisco I, esculpido por Bernini y que mide casi un metro de alto; es una obra de extraordinario valor.
Entre otros objetos singulares, se halla la célebre Arpa Estense, que fue reproducida en los billetes de mil liras hasta la implantación del euro. Se exhibe en una urna con un palio de altar del XVII, hecho en piedras duras y con cuadros de flores en pergamino pintados por Jean de la Roque. El Arpa Estense es un instrumento musical de 130 cm., rarísimo ejemplo del siglo XVI, ornamentado por entero con damasquinados.
A pesar de las múltiples pérdidas y de la venta del amplio lote enviado a Dresde, no faltan las obras de grandes artistas, muchos ya citados; varias se han sumado en fecha relativamente reciente. Los más notables son:
- Barnaba da Modena (1325-1383)
- Agnolo y Bartolomeo degli Erri (activos a partir de 1460)
- Cima da Conegliano
- Cosimo Tura
- Correggio
- Dosso Dossi
- Nicolò dell’Abate
- Rosalba Carriera
- Velázquez (Retrato de Francisco I de Este)
- El Greco (Tríptico de Módena, su obra maestra juvenil)
- Rubens
- Veronés
- Jacopo Bassano
- Guido Reni
- Ludovico Carracci
- Guercino (Marte, Venus y Cupido)
- Salvatore Rosa
y algunos pintores flamencos, de la región de Emilia y otros seguidores de Caravaggio.
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